domingo, 6 de enero de 2008

La taza en paila.

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Una taza de café se sirve sobre una paila. Se hace de esa forma para evitar que el líquido derramado de la taza caiga sobre la mesa; es cuestión de limpieza y quizá de estética. Pero para mi abuela, la paila tenía otro uso.

Recuerdo a mi abuela tomando todo el conjunto de la taza y la paila y colocarlo sobre la mesa. Luego, ella tomaba la taza en una mano y la paila en la otra y con sumo cuidado derramaba un poco de café desde la taza hacia la paila. Después de colocar la taza de nuevo en la mesa, tomaba la paila y la comenzaba a menear y a soplar para que el café se enfriara. Así, ella tomaba café de la paila y no de la taza.

No sé si esa costumbre era generalizada en todas las personas de su edad, porque no recuerdo haber visto esa práctica en otras abuelas; lo que no quiere decir que no haya sido común, sino que yo no tenía contacto con muchas personas mayores.

Mi abuela era campesina. Ella había crecido en el campo y por lo tanto había asimilado todas las costumbres del campo. Ella sabía de lavar ropa en el río, de acarrear agua desde la quebrada, de cortar café en la época de la cosecha, y de todas esas cosas que aprenden los que viven en contacto con la naturaleza, más que con las cosas de la ciudad.

Me imagino que mi abuela aprendió a tomar café en huacales de morro, el cual nunca se servía en paila. A lo sumo, y para que el huacal no se balaceara, se colocaba encima de un yagüalito pequeño o encima de un pañuelo tirado sobre la mesa. Pudo ser que lo mismo les haya ocurrido a todas las personas de su generación que compartieron con ella el mismo entorno geográfico y social.

En esas circunstancias trato de imaginarme como pudo haber sido el primer encuentro de mi abuela con una taza de café en paila. Es difícil porque yo, habiendo crecido en una época diferente, ya esa era una costumbre con la que yo crecí y que por lo tanto se convirtió en algo natural para mí. Lo que sí puedo hacer es comparar esa experiencia de mi abuela con algunas experiencias que yo he vivido cuando me he encontrado con cosas nuevas.

Los huacales de morro, o mejor dicho el material del que está compuesto el huacal de morro tiene la propiedad de ser un mal conductor del calor, lo que significa que el café puede estar caliente, pero que el huacal no lo estará tanto. Es diferente por ejemplo el caso de los pocillos, tazas de metal que fueron muy comunes en los tiempos en que mi abuela comenzaba a ser abuela. Los pocillos al ser de aluminio se calentaban casi a la misma temperatura del líquido que contenían, por lo que no era raro que después de un sorbo de café muy caliente, uno terminara con los labios cocinados y con la lengua quemada. El material del cual están hechas las tazas y las pailas suelen ser también malos conductores del calor para beneficio de los que los que suelen tomar sus bebidas calientes y no se quemen ni las manos ni los labios al hacerlo. La lengua, a veces, es inevitable que no se queme.

Entonces, volviendo al tema principal de esta historia, me imagino la reacción de mi abuela ante su primera experiencia del café servido en una taza sobre una paila. ¿Cuántas preguntas se le vinieron a la cabeza? ¿Debo agarrar la taza y la paila o sólo la paila? ¿Para qué sirve la paila si yo lo que quiero es sólo la taza? ¿Será la paila para que ahí eche un poquito de café y lo enfríe antes de tomármelo? Y quizá la respuesta a esta última pregunta fue lo que originó la costumbre que yo vi cuando era niño.

Y no me sorprende. Hace unos años una compañera salvadoreña, voluntaria de una organización de ayuda humanitaria con la cual estaba yo colaborando, fue invitada por esa organización a participar de una serie de reuniones de trabajo. Ella se alojó en la casa de la Presidenta de esa organización. La compañera que venía de El Salvador nunca antes había salido del país, y la Presidenta por su parte, había emigrado hacia los Estados Unidos cuando niña, de manera que las experiencias con las costumbres cotidianas eran diferentes para ambas.

Durante el desayuno y sin intención de saberlo, me di cuenta que la compañera salvadoreña se había bañado con agua fría. ¡Y yo no podía creerlo! Lo que pasó fue que para la Presidenta de la organización, después de muchos años de vivir en los Estados Unidos, ya era natural el uso del agua fría y del agua caliente a la hora del baño, por lo cual jamás se le cruzó por la cabeza instruir a su huésped. La víctima involuntaria, según me contó ya en medio de risas y bromas, se preguntaba a si misma mientras se bañaba que cómo era posible que aguantaran esa agua tan fría. Después de terminadas las carcajadas y las frases de comprensión ante tal terrible incidente, procedimos a la lección que hubiera evitado que nuestra compañera se congelara.

A todos nos pasa que en más de alguna ocasión nos encontramos con algo que es nuevo y que por nuevo no sabemos cómo reaccionar ante ello. Ir al aeropuerto por primera vez, o visitar un hotel, o entrar a la iglesia de una religión ajena, o incluso ir de visita a la casa de los parientes del esposo o de la esposa, nos coloca en un ambiente dentro del cual se pueden presentar situaciones incómodas. Por no demostrar ignorancia no nos atrevemos a preguntar a los demás, sin embargo nos bombardeamos a nosotros mismos con docenas de preguntas y especulamos sobre las respuestas. Al final, o cometemos el ridículo, simulamos experiencia o descubrimos un nuevo uso de las cosas para el asombro de los demás.

Ya con los años, creo que mi abuela había vencido la primera experiencia de tomar el café en taza sobre una paila. Para ella ya era natural verter un poco de café sobre la paila, menearlo circularmente y soplarlo par a que se enfriara, y luego tomar de la paila. Yo todavía lo recuerdo. ¡Cómo me gustaría volver a verla!

dago.

Nota: En algunas regiones de El Salvador se le llama paila al platillo pequeño donde descansa la taza. En otras regiones, paila es usado para referirse a un huacal o guacal, y que es un recipiente más grande y que sirve para tomar el agua, del río por ejemplo, y descargarlo sobre la ropa que se está lavando.

cipitío.